miércoles, 19 de mayo de 2010

Tiro al blanco


Después de ganar varias competencias de tiro al blanco, el joven y algo presumido campeón, desafió a un maestro del Zen famoso por su habilidad como arquero. El joven demostró una notable habilidad técnica cuando impactó el centro de un apartado blanco en su primer intento, y después, cuando partió esa flecha con su segundo tiro. "¡Allí lo tiene!" le dijo al anciano, "¡vea si puede igualar eso!" Imperturbado, el maestro no sacó su arco, en vez de eso le hizo un gesto para que lo acompañara a la montaña.

Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo siguió, hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un débil e inestable tronco.

Caminando tranquilamente hasta el centro del frágil y ciertamente peligroso puente, el viejo maestro escogió un lejano árbol como blanco, sacó su arco, y disparó un tiro limpio y directo.

"Ahora es su turno", le dijo mientras regresaba distinguidamente hasta suelo seguro.

Mirando con terror el aparente abismo sin fondo, el joven no pudo forzarse a caminar sobre el tronco, ni menos disparar al blanco.

"Usted tiene mucha habilidad con su arco", dijo el maestro, notando el aprieto de su desafiante, "pero tiene poca habilidad con la mente, que le deja aflojar el tiro".

lunes, 17 de mayo de 2010

Una vida inútil



Un granjero se puso tan viejo que no ya podría trabajar los campos. Así que pasaría el día sentado en el pórtico. Su hijo, aún trabajando la granja, levantaba la vista de vez en cuando y veía a su padre sentado allí. “Ya no es útil”, pensaba el hijo para sí, “¡no hace nada!”. Un día el hijo se frustró tanto por esto, que construyó un ataúd de madera, lo arrastró hasta el pórtico, y le dijo a su padre que se metiera dentro.

Sin decir nada, el padre se metió. Después de cerrar la tapa, el hijo arrastró el ataúd al borde de la granja donde había un elevado acantilado. Mientras se acercaba a la pendiente, oyó un débil golpeteo en la tapa desde adentro del ataúd. Lo abrió. Aún tendido allí, pacíficamente el padre mirada hacia arriba a su hijo. “Sé que usted va a lanzarme al acantilado, pero antes de que lo haga, ¿puedo sugerir algo?”, “¿Qué?” contestó el hijo, “Arrójeme desde el acantilado, si usted quiere”, dijo a padre, “pero guarde este buen ataúd de madera. Sus niños pudieran necesitar usarlo”.¡

miércoles, 5 de mayo de 2010

Un extraño animal


Un leñador estaba trabajando duramente en unas remotas montañas, cuando apareció un extraño animal que nunca antes había visto.

—Ah —dijo el animal—, nunca antes habías visto algo como yo.

Al leñador le sorprendió muchísimo oír hablar al animal.

—Y estás asombrado de que pueda hablar…

Al leñador también le sorprendió que la bestia supiera sus pensamientos.

—Y de que sepa lo que estás pensando —continuó el animal.

Viendo el animal, al leñador le dieron ganas de atraparlo y llevárselo a su hogar.

—¿Así que quieres capturarme vivo, cierto?

Y si no, quizá podría darle un hachazo y después llevárselo a su hogar.

—Y ahora quieres matarme —dijo el animal.

El leñador se dio cuenta que no podría hacerle nada, puesto que la bestia siempre sabía lo que él pensaba hacer. Así pues, regresó al trabajo, decidido en ignorar al animal.

—Y ahora —dijo— me abandonas.

Apenas pudo trabajar, el leñador se descubrió pensando a menudo en el animal que estaba allí, y la bestia siempre hacía un comentario de acuerdo a lo que pensaba. Deseó que se alejara, y al final le pidió que lo dejara tranquilo.

Aparentemente el animal no deseaba irse. Estaba parado allí, cerca de él, leyendo todos sus pensamientos y no parecía tener buenas intenciones.

Finalmente, no sabiendo qué más hacer, el leñador se resignó, tomó su hacha otra vez, determinado a no prestar más atención a este extraño animal. Y prosiguió, sin nada más en la mente, con el corte de los árboles.

Mientras él trabajaba así, sin pensamientos en su cabeza excepto el hacha y el árbol, la cabeza del hacha voló del mango y dio muerte al animal.

Extraído del libro Zen Inklings, de Donald Richie.

lunes, 3 de mayo de 2010

El cantero


Había una vez un cantero que estaba insatisfecho consigo mismo y con su posición en la vida. Un día pasó por la casa de un rico comerciante. A través de la entrada abierta, vio muchas finas posesiones e importantes visitantes. "¡Cuán poderoso debe ser el comerciante!", pensó el cortador de piedra. Se puso muy envidioso y deseó que pudiera ser como el comerciante. Para su gran sorpresa, se convirtió repentinamente en el comerciante, gozando de más lujos y poder de lo que siempre había imaginado, pero envidiado y detestado por aquellos menos ricos que él.

Pronto un alto funcionario pasó cerca, llevado en una silla de manos, acompañado por asistentes y escoltado por soldados batiendo gongos. Todos, sin importar cuan rico, tenían que hacer una reverencia ante la procesión. "¡Cuán poderoso es ese funcionario!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser un alto funcionario!".

Entonces se convirtió en el alto funcionario, llevado por todas partes en su bordada silla de manos, temido y odiado por la gente de todo alrededor. Era un día caluroso de verano, por eso el funcionario se sentía muy incómodo en la pegajosa silla. Levantó la mirada al sol. Brillaba orgulloso en el cielo, no afectado por su presencia. "¡Cuán poderoso es el sol!" pensó. "¡Deseo que pudiera ser el sol!".

Entonces se convirtió en el sol, brillando ferozmente sobre todos, abrasando los campos, maldecido por los granjeros y los trabajadores. Pero una enorme nube negra se interpuso entre él y la tierra, de modo que su luz no pudo brillar más sobre todo allá abajo. "¡Cuán poderosa es esa nube de tormenta!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser una nube!".

Entonces se convirtió en la nube, inundando los campos y las aldeas, increpado por todos. Pero pronto descubrió que estaba siendo empujado lejos por cierta gran fuerza, y se dio cuenta de que era el viento. "¡Cuán poderoso es!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser el viento!".

Entonces se convirtió en el viento, llevándose tejas de los techos de las casas, arrancando árboles, temido y odiado por todos debajo de él. Pero después de un rato, se izó en contra de algo que no movería, no importa cuan fuertemente soplara en contra de ella, una enorme y altísima roca. "¡Cuán poderosa es esa roca!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser una roca!".

Entonces se convirtió en la roca, más poderosa que nada más en la tierra. Pero mientras estaba parado allí, oyó el sonido de un martillo golpeando un cincel en la dura superficie, y sintió que estaba siendo cambiado. "¿Qué podría ser más poderoso que yo, la roca?", pensó. Bajó la mirada y vio lejos debajo de él, la figura de un cantero.